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domingo, 17 de noviembre de 2013

Aborto y biología

A la hora de hablar de aborto, los grupos de fuerzapartos intentan darle a su posición un aura de respetabilidad científica diciendo que su postura es una cuestión de biología: el feto es un ser humano y no hay más que hablar. Dedico esta entrada a desmontar esta idea: el debate sobre el aborto no se mueve, no se ha movido nunca, en el plano de la biología.

En materia de aborto hay una realidad fáctica, biológica, en la que todos estamos de acuerdo: la interrupción voluntaria del embarazo es la destrucción, por decisión de la gestante, del embrión o feto que hay en su interior. Sobre esta afirmación no hay duda y, por tanto, no hay debate. La ciencia no puede ir más allá. La ciencia no nos puede decir si las mujeres deben o no abortar o si el Estado debe o no permitirlo porque eso es una cuestión ética y política, no científica.

En otras palabras, la ciencia se ocupa del ser, de describir y explicar lo que existe: en este caso, existe un feto de la especie humana que es destruido por voluntad de su gestante. Pero no puede ocuparse del deber ser, es decir, de las dos preguntas que rodean el aborto: ¿debe el Estado permitir la interrupción del embarazo? ¿Es ético que una mujer se la practique? Pretender que una de las posturas en este debate se deriva directamente del sustrato fáctico es, simplemente, un ejemplo de deshonestidad intelectual.

El debate sobre el aborto, digámoslo claro, trata sobre la asignación de derechos. ¿Tiene el feto derecho a la vida? ¿Tiene la mujer derecho a incidir sobre el feto que crece en su interior? ¿Tiene el padre algún derecho sobre el proceso? ¿Y un comité de médicos? El resultado que se le dé dependerá de los bienes jurídicos que se contrasten y de la forma en que se conciba el círculo de la moralidad, cosas que no tienen ninguna relación con la realidad biológica subyacente.

Así, los profetos consideran que el feto debe estar dentro del círculo de la moralidad, porque su criterio es haber sido concebido dentro de la especie humana. Los proelección consideramos que no debe estarlo (al menos no durante todo su desarrollo) porque el criterio debe ser otro, por ejemplo, la capacidad de sentir dolor o la viabilidad. La realidad biológica subyacente es la misma: la valoración e interpretación que se le da, no.

Por supuesto, todo el debate aparece teñido de biología. Tiene sentido, ya que hablamos de seres humanos. La inclusión de un feto en el círculo de la moralidad se basa, en definitiva, en si se le considera parte del cuerpo de su gestante o un individuo independiente. Es fácil acudir a la biología para sustentar las propias opiniones. Pero no creo que debamos caer en su juego. Hay que reivindicar el derecho a decidir de las mujeres entendiendo que nuestros argumentos han de moverse en el plano de la política y la ética, no de la biología.



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